Descubrí la teoría del terreno en mi primer día de clase en la escuela de osteopatía , a través la foto de las dos peceras.
Me pareció algo muy sencillo, pero me hizo reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos en nuestra salud, ya que muy habitualmente pensamos que la solución está fuera de nosotros, que ésta va a llegar en forma de medicamento, vacuna, remedio natural etc…y pese a que todo esto puede ser de ayuda en algún momento puntual, no debería ser el camino donde cimentar nuestra salud.
Para situar en el tiempo esta teoría, fue en el siglo XIX donde se produjo un debate científico entre, el reputado y famoso científico francés Louis Pasteur, que afirmaba que “la enfermedad se producía por la entrada de un virus o bacteria” , y por otro lado, el fisiólogo francés Claude Bernard, que decía que “ la enfermedad se daba por un estado defectuoso o débil del terreno”.
Esta última idea fue desarrollada por otros médicos y científicos como Antoine Bechamp, quién apoyó la idea de Bernard, argumentando que los microorganismos que viven en el cuerpo solo pueden proliferar en un terreno propicio para su crecimiento y que por lo tanto, no pueden ser la causa directa de la enfermedad.
En osteopatía, al entender la salud del paciente en su contexto completo, consideramos el terreno como el ambiente físico-mecánico, bioquímico y emocional de la persona.
La importancia del terreno en la osteopatía radica en que, para que este cuerpo dinámico e interconectado donde todas las partes están relacionadas y se influyen mutuamente pueda funcionar de una forma óptima, necesita que este entorno sea lo mas favorable posible. A mejor terreno, más capacidad va a tener el cuerpo para autorregularse y sanar.
Por lo tanto, más allá de tratar los síntomas, será interesante aportar consciencia al paciente en relación a su terreno si es necesario, promoviendo así, su responsabilidad en el proceso terapéutico.